UNA EPIDEMIA EN LA PANDEMIA

Cuesta admitir que de golpe (casi) todos los viejos de Buenos Aires estén afectados por un brote de arterioesclerosis fuertemente sintomático: no llegan hasta el punto de asumir poses napoleónicas, pero a pesar de la edad no dejan de creerse con los mismos derechos (y obligaciones) de todos los demás ciudadanos. Ni resulta más fácil creer que en cambio (casi) todos los administradores públicos se encuentren en la más feliz conjunción neuro-sinapso-astral. Ojalá hubiesen tenido la misma, feliz condición cuando -hace ya unos cuantos meses- la Organización Mundial de la Salud avisó (tal vez algunos no llegaron a enterarse…) que se venía al ataque el más maligno de los virus. Ni media conferencia de prensa en ninguna parte del mundo (que se sepa), aunque fuese solo para debatir públicamente semejante nimiedad.

Así fue que al primer resbalón todos nos hundimos en el desastre, todos como inocentes niños de cualquier edad, colimbas y comandantes con estrellitas a la par. En los pisos de arriba no menos que en los de abajo, los edificios sociales (inclusive y más aún las áreas comunes, por lo tanto cuarteles, seminarios, cárceles, falansterios de cualquier tipo) siguen estremecidos bajo este terremoto invisible, impalpable, pero precisamente por esta fantasmal naturaleza especialmente feroz y asesino. Un serial-killer de viejitos? NO precisamente. Un verdugo de los físicamente débiles, entre los cuales están muchos ancianos así como personas de cero a cien años afectadas por cualquier tipo y grado de invalidez y enfermedad, esté diagnosticada o no con anterioridad.  Encerramos a todos por tiempo indeterminado?

No, con muy buen tino las mismas autoridades permiten que los padres de chicos con más problemas pueden llevarlos de paseo, asi como les otorgan libre salida a varias otras categorías de ciudadanos especialmente necesitados de aire libre y toleran que la cuarentena no sea tan estricta en las zonas de casas precarias y/o hacinadas. No quiere ser simplemente paradojal o provocador el filósofo y jurista Rabinovich-Berkman, cuando pregunta al gobierno de la ciudad si de descubrirse que una determinada etnia es más proclive a contraer o a morir por el Covid19 también se podría cercenar su derecho a salir de casa. Se trata de constataciones y razonamientos que reivindican el sentido de responsabilidad individual mostrado hasta ahora por la casi totalidad de la sociedad argentina y marcadamente la de su capital. Y sin el cual alguien puede pretender comandar, pero sin conseguir gobernar.

Está bien, el lunes 20 es el primer día. Pero es un hecho (come le gusta decir al jefe del gobierno ciudadano) que al poco tiempo de despertar la ciudad, la central telefónica municipal que debería atender los llamados de los ciudadanos en apuro resultaba colapsada y así siguió horas y horas, hasta avanzada la tarde. Parece razonable dudar que se pudo organizar un sistema suficiente para satisfacer la demanda de atención tan obstinadamente decretada y que potencialmente suma docenas y docenas de miles de llamadas (los interesados son por lo menos 500mil). Y aún cuando funcionara, el sistema justifica sus costos? Alguien se puso el problema de como proteger la privacy de los ciudadanos usuarios? Quien manejará y como los miles de datos que surgen de los llamados telefónicos y consiguientes conversaciones, se previó algún protocolo?

Mientras tanto en las farmacias siguen escaseando elementos básicos de higiene sanitaria y de hace bastante tiempo faltan las vacunas en contra de las enfermedades bronquio-pulmonares que no poco ayudarían en la lucha preventiva en contra del Covid19. Informaciones a ese respecto: ninguna, ni oficial ni extraoficial. Solo es posible vacunarse en los centros públicos especializados, pero es casi imposible lograr turno. A todas estas carencias de hechos y derechos, no trae por cierto el menor alivio la calesita de conceptos y palabras que presentaron y conforman el decreto por el cual aún sin penalidades ninguna (que no sean las inútiles esperas telefónicas al 147) para los eventuales infractores, se considera no obligatorio pero sí necesario el aislamiento de los ultra septuagenarios (ni Gorgia de Lentini llegaría a tanto…).

Condividi:

Lascia un commento

Il tuo indirizzo email non sarà pubblicato. I campi obbligatori sono contrassegnati *

Questo sito usa Akismet per ridurre lo spam. Scopri come i tuoi dati vengono elaborati.